lunes, 6 de octubre de 2014

¿Por qué decimos qué?

LA CASA DEL TÓCAME ROQUE

Recurrimos a esta expresión en alguna reunión de vecinos. Seguro. Porque la casa de Tócame Roque es aquella donde reina la confusión y hay con frecuencia alborotos y riñas. Y ese tipo de festejos se produce en estos eventos vecinales con más frecuencia de la que sería deseable. Esa casa existió. Se encontraba en Madrid, en el cruce de la calle Barquillo con la calle Belén. Todavía hoy existe una placa conmemorativa que recuerda el lugar exacto en el que se situaba. Ramón de la Cruz la inmortalizó en uno de sus sainetes titulado La Petra y la Juana. El edificio era una antigua corrala, con varios patios y muchas viviendas, vieja, fea y hecha un asquito, habitada por gentes de toda procedencia, especialmente por herreros, que solían hacer sus trabajos en los patios de la misma. En total eran unos 80 vecinos que vivían en unas condiciones no muy buenas. 

Según cuenta Ángel Fernández de los Ríos, historiador y periodista  la casa perteneció a dos hermanos llamados Juan y Roque. Debido a una herencia mal resuelta, ambos se disputaban la propiedad de la misma y discutían con mucha frecuencia y muy acaloradamente sobre a quién tocaba el edificio en el reparto: “Tócame, Roque”, decía Juan a voz en grito. A lo que Roque contestaba: “¡No, no! ¡Tócame a mí”. “¡Que no, que tócame Roque!”… (y así, ad infinitum).Y como las paredes oyen y mucho más si los gritos de una bronca las atraviesan, no tardó mucho el chascarrillo en correr de boca en boca por las calles de Madrid, burlándose de la disputa, llegando hasta nosotros con este dicho popular. 

Sin duda, la expresión del día. 




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